“Hijos de puta”
Guillermo Vazquez
Hay insultos que antes eran tan usuales, y con el paso del tiempo han ido perdiendo quórum. Acaso por una extensión de lo políticamente correcto en la sociedad; o -desde una visión más optimista- porque han existido y existen las luchas sociales que buscan la igualdad y combaten la exclusión (porque el insulto es una modalidad de la exclusión, de producir un “otro”, que es malo, que es feo, que es negativo, a quien no hay que parecerse). Con el agregado “de mierda” se ve este uso performativo de las palabras, que buscan producir un efecto de rechazo. Así, “puto de mierda”, “torta de mierda”, “negro de mierda”, “judío de mierda” y otros, van siendo cada vez menos comunes en muchos sectores. Incluso una parte del activismo ha retomado esas consignas en principio insultantes como una suerte de elogio, como una reivindicación: queer, en inglés, es un insulto, pero hay todo un conjunto de estructuras teóricas y políticas que reivindican una suerte de “identidad queer” (identidad es una palabra compleja aquí, pero la usamos igual, con las disculpas del caso). En Argentina, por ejemplo, hay una agrupación llamada “Putos peronistas”, u otra autodenominada “Potencia tortillera”.
Sin embargo, hay una palabra que cala muy hondo en el imaginario del insulto político y social, y creo que deberíamos discutirla tanto como las anteriores. Llamar “hijo (o hija) de puta” a alguien parece tener una aceptación bastante homogénea también en el progresismo. Entonces es muy común escuchar, leer y cantar: Menéndez es un hijo de puta, Biolcati es un hijo de puta, Videla lo es, Macri y Menem también lo son, y tantos otros. ¿Pero qué queremos decir con estas tres palabras? Sin entrar en un rodeo etimológico (que puede ser interesante, pero demasiado “grondonezco”), ser hijo de una puta quizás quiere significar la ausencia de familia, la concepción a partir de una relación ajena al matrimonio, pero sobre todo es tener una madre puta. ¿Y qué significa tener una madre puta? ¿De dónde traemos ese insulto? ¿De qué tiempos inmemoriales, tradicionalistas, patriarcales, discriminadores, machistas, archirreligiosos traemos este insulto? Es el desprecio social por el trabajo sexual lo que hace al mantenimiento del mote como un insulto casi indiscutido (lamentablemente, también dentro de muchas militancias que se autodefinen como emancipadoras). Compañeras que viven del trabajo sexual, y con el magro salario que consiguen -sorteando como pueden con la persecución de la policía, la derecha jurídico-tradicionalista y también de una parte de cierto feminismo anclado en consignas de clase acomodada-, alimentan a sus hijos e hijas, sueñan con una vida mejor, cultivan valores, combaten la inequidad, la represión, la violencia, la injusticia. ¿Por qué sigue siendo un insulto? ¿A quién insultamos llamando “hijo de puta” a Menéndez? ¿A él?
Es complicado extirpar un término -o un insulto- de un imaginario político, histórico, social. No será fácil para nada. El mito de la familia tradicional nos acompaña todo el tiempo. Tampoco bastará la amonestación de la corrección política para quienes lo sigan profiriendo, como si todo pasara por una cuestión lingüística (entonces en vez de tomar el cuartel de Moncada o La Bastilla, los revolucionarios deberían comenzar por asaltar la Real Academia Española). Pero, acaso, lo que puede ser más alentador es tener un horizonte cada vez más crítico y notorio de las heridas que el lenguaje provoca sobre los oprimidos.
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Una sola cosa le faltaría agregar al artículo a nuestro entender. No sólo que como insulto el imaginario del insulto político y social 'Hijo de Puta' es performativo de aquello que enuncia, es decir, por qué sigue siendo un insulto con tanto efecto sobre la realidad, enuncia algo que produce al mismo tiempo, pero habría que ampliar el campo del insulto: Puto y Marica (Maricon) sufren los mismos avatares linguísticos políticos. Asaltar los cuarteles del Moncada, de la convención Panamericana de Derechos humanos y de la real academia Española. Porque además de la capacidad de poder resignificar el sustantivo (tal el caso de los cumpas de Putos Peronistas) a partir de una variante clasista no menor, o inclusive de adjetivar la palabra para no sustancializar y fijar identidades, pareciese que en materia de Identidades y de militancia por los Derechos humanos algunas identidades cotizan mejor en la agenda política que otras. Inclusive de no visivilizarse y hacerse patentes, se presuponen unas y se callan otras. La militancia progre bien pensante, es a priori masculina heterosexual, esta es un norma sino se sale del closet militante. El ejemplo DDHH que bien puede agregarse es entonces "Menendez es muy maricon, es muy puto para ponerse el traje de militco" (el parafraseo no es exacto).
Aún sigue siendo importante la crítica de la C-razón empezando por casa, empezando por criticar el patrón Familiar y de progenie sean Putos, sean Hijos de meretrices y trabajadoras sexuales, sean hijxs maricas. La puesta entre paréntesis de la descendencia familiar, del estigma puede inclusive mantenerse (en la resignificación aún) de un "Hijo de yuta".
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Excelente!!!
ResponderEliminarM parece muy buena critica a las practicas "discursivas" del progresismo/izquierda/revolucionaria. Lo que profundizaría es la posibilidad (clausurada?) de abolir la prostitución, solo posible m imagino con la trasformación radical de la sociedad y el fin de la opresión para las mujeres pobres y la totalidad de las trans, etc.
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